Desde mi punto de vista uno de los focos principales del sufrimiento del
familiar y de la persona con demencia se debe a la ruptura relacional que se
produce, como consecuencia de las
limitaciones de la enfermedad neurodegenerativa. Esa ruptura relacional está
sustentada por un Deterioro Cognitivo Grave que impide la comunicación y por
tanto la interrelación. Es necesario fomentar la comunicación afectiva, ayudar
al familiar a desarrollar sentidos ricos, abiertos y flexibles, ya que
los ojos, las orejas, que ven y
escuchan más allá, pasan de ser sentidos
a ser herramientas psíquicas.
Cuando hablo de Comunicación afectiva, me refiero a
toda gama de expresiones basadas en sentimientos y emociones, que responden a la necesidad de una persona
de comunicarse y de recibir contacto. En este caso estaría enmarcada dentro del
campo de la Comunicación No Verbal (C.N.V.) y se hace imprescindible cuando la
persona con la que queremos comunicarnos presenta Demencia Avanzada.
La C.N.V. a menudo requiere de una observación atenta,
minuciosa y especializada para su percepción. Es importante tener en cuenta el
contacto visual, el tono con el que hablamos, la expresión corporal y la proximidad
física así como la diversidad de las personas, por lo tanto debemos estar
atentos a las manifestaciones de nuestro familiar, su personalidad, condición física o estado
anímico, en el momento de la
psicoestimulación, para ajustar nuestros ritmos de comunicación.
La comunicación afectiva es un factor potenciador en
la estimulación de la persona con demencia, mejora la autoestima, proporciona
sentimiento de identidad, favorece la empatía. Por lo tanto, comunicarnos con afecto, armonía, respeto,
paciencia, atención consciente en el presente, caricia, responsabilidad y amor son valores que sin duda enriquecen la
comunicación, especialmente cuando la persona vive una desconexión de su
entorno.