La enfermedad de Alzheimer, a medida que avanza, puede presentar alteraciones de conducta como delirios y/o alucinaciones. En las alucinaciones la persona oye, ve, huele,
percibe o saborea algo irreal. Los delirios son creencias falsas que la persona
siente y piensa que son ciertas.
La persona con Alzheimer puede sentir, de pronto, que
alguien le está robando o que le ataca, que le persiguen, o incluso que su
familiar más cercano es alguien que le va a hacer daño, y ellos lo viven como
real. Ante este hecho el familiar no sabe qué hacer, la desesperación y la
tristeza le invaden al comprobar que su ser querido no sólo no le reconoce, sino que además puede sentir que es un “impostor”.
Como es natural la tendencia desmoralizada del
familiar es intentar llevarle a su realidad, haciéndole ver o convenciéndole
que lo que él siente no está ocurriendo en realidad, ya que la preocupación del
familiar es que su ser querido está empeorando y quiere llevarle a su realidad
en un intento desesperado de recuperarle. Estos intentos suelen ser
infructuosos, pues la persona con
Alzheimer tiene alterada su capacidad de
juicio y razonamiento. Ante esta reacción el enfermo se pone más ansioso
pues él lo está viviendo realmente y
siente que nadie le ayuda, se siente desprotegido pues un delirio para ellos es
tan real como para nosotros nuestra realidad.
¿Te has preguntado alguna vez cómo te sentirías si
experimentases que alguien entra en tú casa para robarte, tú lo estás viendo y
tu entorno familiar no hace nada y te dice que eso no está ocurriendo? Cuanto
menos sentirías miedo, ansiedad y desconfianza, ¿verdad? Y probablemente
reaccionarías con agresividad y defensa.
El objetivo terapéutico
principal en este momento es reducir la ansiedad que nuestro ser
querido está viviendo, y para eso
nosotros debemos aprender a gestionar
nuestras emociones, para poder sostener,
guiar y proteger a la persona con demencia.
Es adecuado, por tanto, “unirse”
a él/ella, (si tiene el delirio contigo es mejor intervenga otra persona si
es posible) vivirlo con él, escucharle, dar un pequeño espacio a su emoción y a
continuación hacer prácticamente lo que haríamos si estuviera ocurriendo
realmente, pero sin ansiedad ya que sabemos que no es real y lo que buscamos es
la tranquilidad de nuestro familiar. Por ello daremos primero un espacio para
esas emociones que está viviendo, le escucharemos y después le daremos la protección
necesaria, llevando a cabo acciones como por ejemplo revisar la casa o cualquier otra acción de protección y empatía relacionada con su delirio.
No
debemos olvidar que lo que buscamos es transmitirle que, sea lo que sea que esté viviendo, tenemos
recursos para afrontar la situación y sobre todo que están a salvo, por tanto
ante esta situación no debemos preocuparnos por si le estamos “mintiendo”. Poco
a poco iremos derivando la situación hacia la normalidad, cambiándole la
atención hacia otro tema en cuanto sea posible, por ejemplo cantándole una canción
que reconozca y le guste o utilizando el sentido del humor.