Cuando te vi por primera vez tenías 58 años, eras
como un ser de luz resignado, tu mirada apagada, tu sonrisa extinguida, la
esperanza y el sentido habían desaparecido para ti. Pero el amor de tu primo
hizo que él no se resignara, él creía en ti, y siempre te dio los mejores
cuidados, ya que a esta temprana edad, tenías pérdida total de audición y Deterioro
Cognitivo Grave. La atención y el cariño de él fue como una vela en una cueva,
miraste allí y cogiste la mano que te tendió.
En ese momento llevabas más de un año
en el que tú primo se dio cuenta
que te estabas apagando poco a poco,
estabas desmotivada, no respondías a casi ningún estímulo, nada te emocionaba.
Quizá decidiste no luchar más, el
cansancio físico y emocional eran ya muy pesados, pero al sentir el amor de tú
familia, que no se rendía, y solicitó
terapia domiciliaria, re-decidiste que no era el momento de irte.
Empezamos los talleres de psicoestimulación
(orientación a la realidad, estimulación cognitiva y psicomotricidad), aderezados con un profundo y sentido afecto, que
te dieron calidad de vida. Cada día ponías todo tú empeño en realizar las
tareas, para después descansar. Viajaste
a Navarra, con tu cuidadora (“tu otro yo”, pues dependías de ella para todo) ella
te llevaba con su familia en verano y disfrutabas del calor del hogar.
Bailaste, reíste, sentiste, viviste… y nosotros contigo.
Recobraste tu sonrisa y tu luz se iluminó, resurgió el
fuego en tus ojos durante dos años más…, después te marchaste, no sin dejarnos
una lección de coraje y lucha. Admiré tú transparencia como ser humano, tú
capacidad de expresar con tus gestos cómo te sentías… bastaba mirarte a los
ojos…, tú sonrisa iluminaba el espacio, y el calor del abrazo te calmaba, tus caricias
sustituyeron tus palabras, convirtiéndose en tus mejores herramientas de conexión con ese
mundo que a tus 21 años dejaste de percibir igual, debido a un tumor en la cabeza que cambió tú
vida para siempre…
Elena Cárdenas, en memoria de Angelines, GRACIAS.